sábado, 11 de abril de 2015

I. La voluntad colectiva


"La colectividad tiene que entenderse como producto de una elaboración de la voluntad y el pensamiento colectivos, conseguida a través del esfuerzo individual concreto, y no por un proceso fatal ajeno a los individuos; de aquí la necesidad de la disciplina interior, y no sólo de la disciplina externa y mecánica. Si tiene que haber polémicas, y escisiones, no hay que tener miedo de enfrentarse con ellas y superarlas; son inevitables en estos procesos de desarrollo, y evitarlas significa sólo retrasarlas hasta el momento en que realmente serán peligrosas o incluso catastróficas.” (1)

En la lucha política siempre hay unidades organizativas que le dan forma y sentido a los bloques en disputa; por un lado se encuentran las fuerzas nacionales populares, que son aquellas que configuran el centro político de las mayorías democráticas, y esto ha sido así a nivel mundial desde la ruptura histórica que produjeron los movimientos de liberación en el Tercer Mundo, cuando el eje del nacionalismo revolucionario se articulaba en nuestra Patria Grande en la década del 40 y lo propio ocurrió con el nacionalismo laico árabe, con la lucha anticolonial en África y Asia (teniendo como máximos exponentes en sus continentes a Frantz Fanon en Argelia y Ho Chi Minh en Vietnam, respectivamente), y por otro lado a las fuerzas del imperialismo, que cuenta con sus socios locales cipayos en cada país y una ráfaga letal a la hora de condicionar la vida en comunidad y controlar la cultura en cada nación: los multimedios de comunicación hegemónica, que no son más que el eslabón reproductor del propio sistema capitalista financiero. La suerte de la democratización de los medios de comunicación es también la liberación de las cadenas coloniales del imperialismo.

De esta forma se acomodan las fichas en el gran tablero mundial. Ahora bien, ¿de qué manera el frente nacional-popular opone resistencia a la derecha neoliberal internacional? Para responder esta pregunta debemos acudir a Antonio Gramsci al desarrollar el concepto de voluntad colectiva como idea madre para la composición de un bloque que permita disputar en mejores condiciones la lucha política en las primeras batallas (ya que nunca es definitiva la liberación, sino una construcción permanente):

“El proceso de formación de una determinada “voluntad colectiva”, que tiene un determinado fin político, no es representado a través de pedantescas disquisiciones y clasificaciones de principios y criterios de un método de acción, sino como las cualidades, los rasgos característicos, los deberes y necesidades, de una persona concreta, despertando así la fantasía artística de aquellos a quienes se procura convencer y dando una forma más concreta a las pasiones políticas.”(2)

El hecho de que existan unidades orgánicas en la disputa por el sentido significa que las mayorías populares democráticas están obligadas a construir sus elementos representativos que materialicen en el terreno político esa voluntad colectiva que sintetiza las variadas expresiones que conviven en el frente nacional, cada una con sus tradiciones y contradicciones. De todas maneras, este proceso de conformación de una voluntad colectiva no se produce de forma mecánica, sino que debe realizarse constantemente, sostenerse durante décadas, por eso es necesaria la batalla cultural, teniendo como resortes estratégicos la inserción de las ideas revolucionarias en los ámbitos de realización colectiva del ser humano, como los sindicatos, la universidad, el trabajo, la educación, etc, etc.

Antonio Gramsci elige al Príncipe Moderno, aquél prototipo de estadista que diseña Nicolás Maquiavelo, como legado político de la construcción de voluntad colectiva, sosteniendo que este “no puede ser una persona real, un individuo concreto; sólo puede ser un organismo, un elemento de sociedad complejo en el cual comience a concretarse una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción. Este organismo ya ha sido dado por el desarrollo histórico y es el partido político: la primera célula en la que se resumen los gérmenes de voluntad colectiva que tienden a devenir universales y totales.” (3) De esta manera, descubrimos que el partido político funciona, en estas teorizaciones de Gramsci, como un emergente colectivo, articulador y aglutinador, no solo de las fuerzas nacionales y populares sino también (en otra medida) de la derecha neoliberal internacional. Podríamos preguntarnos, con justa razón, si es el partido político el único eje de la representación democrática del pueblo, y obtendríamos por respuesta –a través de la mirada generacional de nuestro tiempo- que no necesariamente debe ser así, ya que las agrupaciones políticas, sindicatos, movimientos sociales, cooperativas, y lo que Perón denominó como las “Organizaciones Libres del Pueblo” en referencia a las entidades comunitarias (vecinales, clubes,etc, etc) son otros elementos viables.

Hasta aquí hemos comprendido la importancia de avanzar en la concreción de una voluntad colectiva que tome lo mejor de cada corriente política y lo ponga al servicio del bloque nacional-popular, para dinamizar la relación con el Estado o para enfrentar al enemigo histórico. Todo organismo político que reúna a cien, doscientos, trescientos, o miles de hombres y mujeres, tiene que poder contener las energías de todos los integrantes para que esa primera célula (la organización) sepa atravesar un proceso de convergencia e identificación con el pueblo, y únicamente trabaje en pos de un único interés: el de la defensa de la Patria Grande como contrahegemonía al imperialismo en su fase yanqui, británica o sionista.

Como bien enuncia Gramsci en la cita que inicia este artículo, el camino de la formación de la voluntad colectiva no está exento de polémicas y divisiones, ya que a veces se bifurcan los caminos de unas y otras corrientes de pensamiento-acción atravesando las células organizativas en primera instancia, las frentistas y las movimientistas, hasta llegar al Estado. Esas tensiones que no se resuelven son en realidad contradicciones que deben ser superadas con una práctica creadora y que desafíe el estado de parálisis en el que se encuentre el colectivo político para avanzar en el tablero político.  

Notas:


(1)    Antonio Gramsci, Antología vol. 2, Siglo XXI, Buenos Aires, 2014, pag. 297.
(2)    Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Nueva Visión, Buenos Aires, 2008, pág. 9.

(3)    Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Nueva Visión, Buenos Aires, 2008, pág. 12.

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